Puede que gestionar las facturas sea una de las tareas que menos te gustan, pero cuando eres propietario de una pequeña empresa, es una de las más importantes. Una buena gestión de las facturas favorece el flujo de caja regular, facilita los problemas de contabilidad y ahorra tiempo. Así que querrás asegurarte de tener una estrategia sencilla para generarlas, enviarlas y hacer un seguimiento de ellas.
Elija el tipo de factura adecuado para el trabajo
No hay un modelo de factura que sirva para todos: los distintos planes de pago funcionan para diferentes proyectos. Por eso, antes de empezar el trabajo, habla con tu cliente sobre el calendario de pagos que mejor se adapte a ambos y asegúrate de que estáis de acuerdo con un plan. He aquí algunas opciones a tener en cuenta:
- Facturas provisionales: En lugar de pagarte en una sola vez, tu cliente puede pagarte en una serie de pequeños pagos recurrentes, como cuotas mensuales o a medida que vayas completando varias secciones de un proyecto. Si optas por las facturas intermedias, también debes enviar una factura final al término del proyecto en la que se detalle el trabajo realizado y lo que se te ha pagado.
- Facturas periódicas: En el caso de proyectos continuados para el mismo cliente, puede tener sentido enviar facturas periódicas a intervalos acordados (por ejemplo, semanal o mensualmente). Si se establece un calendario, el envío de facturas formará parte de tu flujo de trabajo y, con un poco de suerte, tus clientes también se acostumbrarán a pagarte a tiempo.
- Facturas finales: Al final de un proyecto, envía una factura final que describa el trabajo que has realizado junto con las facturas provisionales que ya se hayan enviado. Detalla si esas facturas intermedias se han pagado y enumera el importe final pendiente (si procede). Incluso si el trabajo se ha pagado en su totalidad, envíe una factura final para cerrar el negocio entre usted y su cliente.
